

Compañía de Teatro Independiente
Carmen, la de Merimée
Re-estreno 2019 en Teatro Gargantúa

1835, España. Un joven cabo, Don José, cae enamorado de la más codiciada gitana, Carmen. La historia se desarrolla en medio de engaños, verdades, traiciones y muertes, acompañada de música flamenca que da la sensación de situarnos en la misma Sevilla. La naturaleza libre y enigmática de Carmen, su belleza meridional, su carácter impulsivo y apasionado, convierten a Don José en víctima de una fatalista cadena de acontecimientos. Amores turbulentos, pasiones incontrolables, celos desmedidos conllevan a un inevitable derramamiento de sangre. El espectador será testigo de una de las mejores historias de pasión y locura jamás escrita.
El amor es un viento,
igual viene que va.
Igual viene que va
El amor es un viento
Igual viene que va
El amor es un viento
Igual viene que va
Elenco
Inma García Salas
Sebastián Rapacini
Elena Brozzo
Walter Basili
Carolina Boullosa
Emanuel Dos Santos
Mauro Paret
Dirección:
Alicia Verón
Autor:
Dino Armas
TRAILER
OBRA COMPLETA
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Comentarios sobre la obra
Javier del Rey Morató
Dramaturgo
Ex Profesor de la Universidad Complutense
Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset
Desde Majadahonda (Madrid), y gracias a la generosidad de Alicia Verón, que me envió el vídeo, tuve la oportunidad de ver “Carmen la de Merimée”, la obra del dramaturgo oriental Dino Armas, que se representa en el teatro Gargantúa de Buenos Aires.
El melodrama de Dino Armas, bajo la sabia dirección de Alicia Verón, adquiere una dimensión expresiva diferenciada, por el eficaz trabajo de los artistas, y –de manera especial-, por el discreto y atinado manejo de las luces, tanto en la apertura de las escenas como en el cierre y transición hacia la escena siguiente.
La iluminación consigue manejar con habilidad las sombras, destacar el protagonismo de los artistas, y sobre todo arropar a Carmen con una atmósfera mágica, que actúa sobre su actuación y trabaja y orienta la atención del público.
Que ese trabajo de las luces pase desapercibido es parte de la discreción con la que se ejecuta, en suaves y moderadas evoluciones, que, con colores y sombras, instauran estados de ánimo sobre el escenario.
La acertada elección de las canciones andaluzas consigue que la Sevilla de 1835 comparezca en la sala, con toda su gracia, con toda su magia, acompañando la discreta danza que los artistas ejecutan en algunos momentos de la representación.
El dúo Armas-Verón funciona armónicamente, y no es casual que sea así: la directora de teatro porteña ha llevado a las tablas varias obras del dramaturgo oriental, y entiende sin dificultad el potencial expresivo que contienen sus textos.
Inmaculada García Salas –en el papel de Carmen- despliega su encanto perturbador sobre las tablas, y de su estrategia envolvente no sale indemne el recio José Lizarrabengoa –representado por Sebastián Rapacini-, ni se libra el público que contempla el melodrama, que no consigue salir ileso: la encantadora agresión ejecutada por la artista cautiva al público, y también al autor de estas líneas, que la contempla desde España.
La Carmen de Merimée –vestido rojo, pañuelo negro, largos pendientes-, queda aqui elevada a la enésima potencia expresiva por la pluma de Dino Armas, la invisible batuta de Alicia Verón y el irresistible encanto de Inmaculada.
La gitana incendiaria, y la víctima propiciatoria que se incinera por ella, hacen pensar en el mito judío y cristiano de Eva y Adán: por ella ingresa el mal en el mundo, y el varón cae en sus encantadores pero fatales brazos.
Si tuviera que elegir un momento de la obra, me quedaría con el que irrumpe en el minuto 45 de la representación, cuando Inmaculada baila al ritmo de una sevillana que impacta con estos versos:
El amor es un viento,
igual viene que va.
Igual viene que va
El amor es un viento
Igual viene que va
El amor es un viento
Igual viene que va
Esa copla, que se abre paso entre el taconeo mágico de Inmaculada y la atinada penumbra que la envuelve, contiene en su brevedad y en su reiteración la tentación y el sufrimiento, la promesa o la muerte.
La ardiente y fogosa gitana, y el embelesado y atribulado José, de la mano de Inmaculada y de Sebastián –y acompañados con acierto por Elena Brozzo, Walter Basili, Carolina Boullosa y Emanuel Dos Santos-, consiguen una representación que se recuerda mucho tiempo después de la escena en la qu protagonista cae atravesada por el largo puñal.